Si echas la vista hacia el otro lado del Atlántico, seguramente fijes tu mirada en los impresionantes colores de Brasil, sus bosques tropicales y su estilo de vida desenfadado. O tal vez en Argentina, con las calles de Buenos Aires ansiosas de zapatos que golpeen a ritmo de tango sobre sus adoquines. O Perú, o Colombia, o Venezuela…pero casi con toda seguridad que no pensaste en Ecuador, un país de una belleza única que tiene muchísimo que ofrecer a quien se aventure a conquistarlo.
Porque Ecuador lo tiene todo, o casi todo. Tiene montañas que parecen sacadas de cuentos de gigantes; tiene una jungla repleta de fauna milenaria y por si esto fuera poco, no le faltan playas. Y todo esto unido a grandes ciudades en las que atizarse con un buen ejemplo de la historia antigua de una civilización con milenios a sus espaldas. Quito, con sus catedrales y palacios; o Guayaquil, con su preciada costa que además, es la entrada perfecta a las Islas Galápagos.
Pero de todo lo que puedes ver y conocer en Ecuador, tal vez no haya nada tan impresionante como sus famosos columpios, miradores naturales que parecen sacados de un parque de atracciones pensado solo para quienes buscan emociones fuertes.
Y un buen ejemplo está en pleno interior de Ecuador (en la región de Baños). Es el conocido como Columpio del fin del mundo, un pequeño balancín que pende de una casita sobre un árbol que no tendría nada de especial si no fuera porque se encuentra en el borde de un precipicio de más de dos mil metros de caída. Para darle aún mas impacto a la escena, el columpio queda frente a un volcán que parece querer engullir a quienes se osan subirse a la atracción.
Otro columpio impresionante es el Vuelo del Cóndor, situado en otra localidad de la región de Baños. A diferencia del anterior, este sí que cuenta con arneses de sujeción, lo que será una tranquilidad para muchos de quienes desean columpiarse como niños en un parque de dimensiones colosales.
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Foto: Elias Roviello