La ciudad de Lisboa es una escapada obligatoria en tu agenda viajera sin importar la época del año. Es uno de esos destinos donde sabes que por no muchos euros encontrarás buenos planes para comer, alojamiento asequible a tu bolsillo y una sonrisa en todo aquel con el que tengas a bien cruzarte en el camino. Y cuando lo que se tercia es una escapada de verano, Lisboa cuenta con un enclave que no te dejará indiferente por su estilo surfero, sus playas para caerse de espaldas y el encanto de un pueblo que vive al margen de todo lo demás: Ericeira, la capital europea del surf.
Suelen decir los más surferos del lugar que Ericeira es como el cielo en la Tierra, con sus más de quince puntos para practicar surf en tan solo unos ocho kilómetros de costa. El buen rollo en las playas de Ericeira te atrapará casi sin que te des cuenta: rastas al sol, bronceados naturales y cuerpos labrados a base de horas cabalgando las olas. Unas cervezas en el chiringuito en cualquiera de sus playas son el broche perfecto para sentirte como Keanu Reeves en Le llaman Bodhi. Y si necesitas material para lanzarte a domar las olas, la famosa tienda Quicksilver de Ericeira te ofrecerá todo lo que puedas necesitar para equiparte como es debido.
Eirceira está a unos cincuenta kilómetros al norte de Lisboa, lo que se dice a tiro de piedra. Y toma buena nota de algunas de sus mejores playas: Foz do Lizandro, S. Lourenço, S. Sebastião o la playa de Ribeira d’Ilhas, enclaves perfectos para practicar el surf o el bodyboard. Es muy frecuente, además, la celebración de multitud de eventos deportivos y culturales en Ericeira, lo que dará aún más colorido a tu escapada portuguesa.
Para concluir con este viaje de mar, buen rollo y relax, destacar que Ericeira no solo cuenta con las playas y el ritmo buenrollero que le dan los cientos de surferos que puntean cada uno de sus rincones, sino que es, además, un pueblo pesquero ideal para dejarse llevar buscando un buen mirador desde el que cenar contemplando la inmensidad del océano Atlántico. Emocionante, salvaje y acogedor como pocos destinos. ¿Qué más podemos pedirle al país vecino?
Imagen | Tiago J.G. Fernandes