
Sus infinitas rías, el contraste del paisaje verde con el mar Cantábrico, las marismas rodeadas de dunas junto a interminables acantilados…el Parque Natural de Oyambre es el lugar perfecto para quienes buscan pasar unos días en plena naturaleza y dedicarse a disfrutar de sus paisajes únicos.
Este parque natural playero está pegado a San Vicente de la Barquera (una de las villas marineras por excelencia en Cantabria), además de quedar a menos de una hora en coche desde Santander. A tan poca distancia de dos de las visitas obligatorias al viajar a Cantabria, la excursión al Parque Natural de Oyambre es perfecta para un día de total desconexión con el mundo.
La forma más práctica de conocer el parque a fondo es seguir una de las diferentes rutas que van recorriendo sus puntos imprescindibles. Una de ellas es la llamada ruta de los acantilados, que recorre los casi dieciocho kilómetros de playas del parque natural saliendo desde San Vicente de la Barquera. Es la ruta perfecta si lo que quieres es disfrutar del mar y la montaña sin tener que renunciar a ninguno de los dos.
Y si lo que prefieres es adentrarte en las frondosidades de los bosques cántabros, seguro que no te quieres perder la ruta de las secuoyas (en el Monte Cabezón). Eso sí, ve preparando los músculos del cuello para contemplar sus más de treinta metros de altura sin volver a casa con una inoportuna contractura.
Aparte de todo esto, el Parque Natural de Oyambre es la suma de una gran cantidad de playas rodeadas de acantilados, que son otra de las visitas que hacen que acercarse a conocer este rincón natural merezca mucho la pena. Algunas de ellas -como la Playa de las Fuentes- cuentan con un estupendo mirador desde el que disfrutar de la panorámica del mar dominando todo el horizonte hasta donde llega la vista.
Ahora solo falta elegir las mejores fechas y lanzarse a disfrutar del espectáculo natural de este parque de visita obligada para los amantes de la naturaleza. Y en Iberia te lo vamos a poner muy fácil: busca tus vuelos al mejor precio y márcate una escapada de las que quedan marcadas a fuego en la memoria.
Foto: Michael Luenen