La ciudad de Panamá merece una visita por sí sola. Con una situación privilegiada entre el Caribe y el Pacífico, la capital resulta sorprendente por su combinación de lo moderno y lo tradicional que aún se respira en las calles adoquinadas de su casco antiguo. El Canal de Panamá es una obra de la ingeniería digna de ver y la ciudad colonial invita a disfrutar paseando de un sitio a otro sin prisa ninguna. Mucho que ver en un destino amigo de los visitantes.
Además, la ciudad de Panamá tiene el aliciente que supone contar con la presencia del llamado Panamá Viejo, la ciudad original fundada allá por el siglo XVI que fue en su momento el punto clave en el comercio de los metales preciosos desde Perú hasta España. En el Panamá Viejo no te resultará difícil marcarte un viaje al pasado con tan solo poner un pie entre sus edificios históricos reducidos actualmente a su mínima expresión, reflejo de lo que fue la ciudad en sus mismos orígenes. Tenemos historia, restos del pasado y sitios donde tomarnos una cerveza al sol: nos mola el plan.
Pero el tesoro del que os queremos hablar esta vez tiene más de aguas cristalinas y palmeras cargaditas de cocos que de adoquines y catedrales. Porque si hay un punto sobre el mapa en el que sentirse en un verdadero paraíso, apenas colonizado por la vida moderna y dispuesto a dejarte sumergir en él, ese es el archipiélago de San Blas, un conjunto de más de 365 islas apenas pobladas y completamente vírgenes muy, muy cerca de la capital.
Los pocos habitantes de estas islas (de las ochenta que están habitadas) son los denominados gunas, un pueblo de origen amerindio que aún vive conforme a la tradición milenaria de sus ancestros (son conocidos por su arte decorativo tradicional). Probablemente ni siquiera adviertan tu presencia y continúen a sus cosas mientras tú te dedicas a disfrutar de unas vistas espectaculares a la inmensidad del océano.
Hay distintas formas de llegar hasta las islas de San Blas, generalmente en avión desde la Ciudad de Panamá para después tomar un barco hasta la isla en la que tengamos nuestro alojamiento. Eso sí, recuerda que no estamos hablando de un destino colmado de hoteles del máximo lujo: la autenticidad de estas islas supone dormir en cabañas, perfectamente acondicionadas, pero no del nivel de un hotel de cinco estrellas. Es un tipo de viaje más bien tirando hacia la aventura del explorador que llega a una isla completamente ajena al mundo exterior.
Sol, islas paradisiacas y toda la paz del mundo a tu disposición. Si quieres unos días de descanso absoluto donde tu mayor preocupación consista en contemplar el agua cristalina desde una hamaca entre dos palmeras, las islas de San Blas en Panamá son el destino sobre el que poner el ojo.
Foto | Ricardo Bresciani