
¿Quién no cuenta en su grupo más activo de Whastapp con el clásico colega fiestero o fiestera que habla maravillas de la que es, según Forbes, la ciudad que nunca duerme? Si aún no has tenido la suerte de viajar a Tel Aviv (Israel), tal vez te sorprenda escuchar que se trata de una de las ciudades más jóvenes, vibrantes y receptivas de entre las que puntean la costa del Mediterráneo.
Y es que esta ciudad cargada hasta la médula de vida nocturna (y diurna) es para comérsela a bocados, tanto en sentido literal como figurado. Porque aparte de moderna, brillante, festivalera y con su propia agenda cultural –no vaya a ser que se nos atragante tanto vuelo nocturno-, la ciudad de Tel Aviv cuenta con una de las propuestas gastronómicas más espectaculares que puedas imaginar. Del plato a la boca y sigo con mi viaje por donde toca.
Si el New York Times se refirió a esta perla como la capital molona del Mediterráneo (Capital of Meditarranean Cool) es por algo. Playas de ensueño, tumbonas y chiringuitos de lujo en los que disfrutar de la acción de está ciudad dinámica como pocas son el mejor reclamo para engancharte hasta el punto de plantearte seriamente aquello de alargar tu estancia durante uno par de días, semanas o quien sabe si hasta echar raíces bajo la hipnosis de su particular y permanente efervescencia. Así se las gasta nuestra amiga.
Y siendo una ciudad moderna como la que más, Tel Aviv sigue conservando no pocos vestigios de su tradición hebrea más auténtica. Uno de ellos es el mercado Carmel, una sinfonía de colores, sonidos y aromas donde resetear tus sentidos para caer de espaldas frente a la magia de sus comerciantes que menudean especias, frutas y un sinfín de maravillas a pulmón vivo en plena calle. Hasta arriba de gente en horas punta, la visita al mercado se recomienda a primera o última hora del día. ¿Quieres un consejo para un día inolvidable en el mercado Carmel? Entra en el juego del regateo, déjate llevar y disfruta del comercio allí donde éste encuentra sus orígenes.
Foto | Jorge Láscar