La librería más bella del mundo está en Oporto

Si todavía no conoces Portugal es porque no sabes bien lo que te estás perdiendo. No solo es un país donde te van a recibir con los brazos abiertos, asequible a todos los bolsillos y con cientos de recursos culturales, naturales y porqué no irlo avanzando, gastronómicos. Además, Portugal está a tiro de piedra, así que no hay excusa para seguir dejando esa asignatura pendiente.

Hoy no hablaremos del Algarve, espectacular sucesión de impresionantes playas en la costa sur del país; tampoco hablaremos de Lisboa ni de las espectaculares playas de Ericeira, capital europea del surf. Hoy nos centraremos Oporto, ciudad histórica situada en la zona norte de Portugal (la segunda más importancia en el país después de Lisboa) que no puede faltar en tu lista de destinos predilectos.

Oporto es una ciudad de catedrales, barrios de corte elegante y villas que contrastan con sus antiguos callejones clasificados por la Unesco como parte del Patrimonio de la Humanidad. Dominada por la desembocadura del Duero y por el encanto de los cielos parcialmente nublados, sus tranquilas aguas se prestan a un paseo en uno de sus clásicos rabelos, barcos tradicionales de Oporto que eran empleados tiempo atrás para transportar las barricas de vino de Oporto desde los viñedos hasta Vila Nova de Gaia.

Oporto es una constante mezcla de historia y nostalgia con un toque decadente que hace única esta ciudad. Única y hasta cierto punto, mágica. Como sucede en la famosa Librería Lello, catalogada como una de las bibliotecas más impresionantes del mundo dada su peculiar arquitectura interior dominada por una sinuosa escalera de madera dividida en dos partes, estanterías con aspecto de madera labrada y una vidriera que ilumina todo el espacio desde arriba. Se dice que la Librería Lello fue la inspiración de J. K. Rowling al escribir la saga de Harry Potter, y que la mismísima biblioteca de Hogwarts fue reproducida a su imagen y semejanza. Lo que decimos: en Oporto, la magia fluye por los cuatro costados.

Foto | Enric Rubio Ros